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Asistir a una buena representación de títeres podríamos decir que es en sí mismo educativo:
El niño como espectador hace un pequeño salto para aceptar la convención de creer que ese títere, ese trozo de papel o de madera, ese objeto inanimado convertido en “lobo”, está vivo. Es así como entra en la comunicación a través de lo artístico, en el estado de asombro, en el juego: en el terreno de la metáfora y de lo simbólico, en el único y verdadero espacio donde podrá probar, experimentar, explorar. A ser él, a ser otro.
Pero… se acabó la función.
¿Estamos aprovechando al máximo el poder del lenguaje titiritesco de esta manera ?
En el TOPIC pretendemos ir más allá del goce de asistir a una representación de títeres: nuestro proyecto es más ambicioso, pero no más de lo que el ancestral tesoro titiritesco puede abarcar: pretendemos que el niño disfrute y que mediante ese juego, ese enriquecedor vaivén que le permite ser y no ser el “lobo”, vaya integrando herramientas en su desarrollo para aprender a ser él mismo y desde ahí, cooperar y compartir con los demás formando una sociedad mejor.
Y qué mejor para ello que colaborar con los centros educativos o con las familias que se acercan a nosotros de diversas formas.
Qué mejor que prestar las posibilidades de este lenguaje por ejemplo a los centros en los que las directrices apuntan a lograr personas desarrolladas y emprendedoras que aprendan a pensar, a disfrutar, a comunicarse en diferentes lenguajes, a vivir de manera participativa, cooperadora y responsable.
Qué mejor que ayudar en todo ello desde lo lúdico.
Nuestro objetivo es enseñar la posibilidad del trabajo con este lenguaje sin caer en recursos erróneos, realizando un serio y atractivo trabajo previo y posterior con el niño que asiste a una obra de teatro, formando profesorado, realizando diferentes intervenciones y programas en las aulas, utilizando, en los casos que sea necesario nuevas tecnologías, sistemas de comunicación on-line, etc.
En definitiva, darle en lugar que se merece al títere. Y darle el lugar que se merece al niño, al espectador, y al profesor o familiar que ayuda en su derecho al goce y a desarrollarse como persona.